Suerte que viniste, Moya, tenía mis dudas que
vinieras, porque este lugar no le gusta a mucha gente en esta ciudad, hay gente
a la que no le gusta para nada este lugar, Moya, por eso no estaba seguro si
vos ibas a venir, me dijo Vega. A mí me encanta venir al final de la tarde,
sentarme aquí en el patio, a beber un par de whiskis, tranquilamente,
escuchando la música que le pido a Tolín, me dijo Vega, no sentarme en la
barra, allá adentro, mucho calor en la barra, mucho calor allá adentro, es
mejor aquí en el patio, con un trago y el jazz que pone Tolín. Es el único
lugar donde me siento bien en este país, el único lugar decente, las demás
cervecerías son una inmundicia, abominables, llenas de tipos que beben cerveza
hasta reventar, no lo puedo entender, Moya, no puedo entender cómo esta raza
bebe esa cochinada de cerveza con tanta ansiedad, me dijo Vega, una cerveza
cochina, para animales, que sólo produce diarrea,
es lo que bebe la gente aquí,
y lo peor es que se siente orgullosa de beber una cochinada, son capaces de
matarte si les decís que lo que están bebiendo es una cochinada, agua sucia, no
cerveza, en ningún lugar del mundo eso sería considerado como cerveza, Moya,
vos lo sabes como yo, ése es un líquido asqueroso, sólo lo pueden beber con tal
pasión por ignorancia, me dijo Vega, son tan ignorantes que beben esa cochinada
con orgullo, y no con cualquier orgullo, sino con orgullo de nacionalidad, con
orgullo de que están bebiendo la mejor cerveza del mundo, porque la Pílsener salvadoreña es
la mejor cerveza del mundo, no una cochinada que únicamente produce diarrea
como pensaría cualquier persona en su sano juicio, sino la mejor cerveza del
mundo, porque esa es la primera y principal característica de los pueblos
ignorantes, consideran que su miasma es la mejor del mundo, son capaces de
matarte si les negás que su miasma, que su mugrosa cerveza diarreica, es la
mejor del mundo, me dijo Vega. Me gusta este lugar, no se parece en nada a esa
mugre de cervecerías donde venden esa cochinada de cerveza que aquí se bebe con
tanta pasión, Moya, este lugar tiene su propia personalidad, una decoración
para gente mínimamente sensible, aunque se llame La Lumbre,
aunque en la noche sea horroroso, insoportable por la bulla de esos grupos de
rock, por el ruido de esos grupos de rock, por la perversión de molestar al
prójimo que tienen esos grupos de rock. Pero a esta hora de la tarde este bar
me gusta, Moya, es el único sitio al que puedo venir, donde nadie me molesta,
donde nadie se mete conmigo, me dijo Vega. Por eso te cité aquí, Moya, La Lumbre es el único lugar de
San Salvador donde puedo beber, y un par de horas nada más, entre cinco y siete
de la tarde, tan sólo un par de horas, después de las siete este sitio resulta
insoportable, el lugar más insoportable que pueda existir por el ruido de los
grupos de rock, tan insoportable como las cervecerías llenas de tipos que beben
con orgullo su cerveza sucia, me dijo Vega, pero ahora podemos hablar con
tranquilidad, entre cinco y siete no nos molestaran. He venido a este lugar
ininterrumpidamente desde hace una semana, Moya, desde que lo descubrí vengo
todos los días a La Lumbre,
entre cinco y siete de la tarde, y por eso decidí verte aquí, tengo que
platicar con vos antes de irme, tengo que decirte lo que pienso de toda esta
inmundicia, no hay otra persona a la que le pueda contar mis impresiones, las
ideas horribles que he
tenido estando aquí, me dijo Vega. Desde que te vi en
el velorio de mi mamá,
me dije: Moya es el único con el que voy a hablar, nadie más de mis compañeros
de colegio apareció por la funeraria, nadie más se acordó de mí, ninguno de los
que se decían mis amigos apareció cuando mi vieja se murió, sólo vos, Moya,
pero quizás haya sido mejor, porque en realidad ninguno de mis compañeros de
colegio fue mi amigo, ninguno volvió a verme luego que acabamos el colegio,
mejor que no hayan aparecido, mejor que al velorio de mi mamá no haya llegado
ninguno de mis excompañeros, excepto vos, Moya, porque odio los velorios,
odio tener que estar recibiendo condolencias, no hallo qué decir, me molestan
esos desconocidos que llegan a abrazarte y se sienten como tus íntimos nada
más porque tu madre ha muerto, mejor que no hayan llegado, odio tener que ser
simpático con gente a la que no conozco, y la mayoría de quienes llegan a darte
el pésame, la mayoría de los que asisten a los velorios, son personas a las
que no conoces, a las que jamás volverás a ver en tu vida, Moya, pero tenes
que hacerles buena cara, cara de compunción y agradecimiento, cara de que en
realidad agradeces que esos desconocidos vayan al velorio de tu madre a darte
sus condolencias, como si en esos momentos lo que vos más necesitaras es estar
siendo simpático con
desconocidos, me dijo Vega. Y cuando vos llegaste, pensé qué buena onda que
Moya haya venido, y mejor incluso que se haya ido tan pronto, gracias a Moya, a
que se ha ido tan pronto, pensé, no tengo que estar atendiendo a excompañeros
de colegio, me dijo Vega, no tuve que estar siendo simpático con nadie, porque
en el velorio de mi madre apenas estuvimos mi hermano Ivo y su familia, una
docena de conocidos de ella y de él (de mi hermano) y yo, el hijo mayor, el que
tuvo que venir apresuradamente de Montreal, el que nunca esperaba regresar a
esta mugre de ciudad, me dijo Vega. Nuestros excompañeros de colegio han de ser
de lo peor, un verdadero asco, qué suerte que no me encontré a ninguno, aparte
de vos, por supuesto, Moya, no tenemos nada en común, no puede haber una sola
cosa que me una a alguno de ellos. Nosotros somos la excepción, nadie puede
mantener su lucidez después de haber estudiado once años con los hermanos
maristas, nadie puede convertirse en una persona mínimamente pensante después
de estar bajo la educación de los hermanos maristas, haber estudiado con los
hermanos maristas es lo peor que me pudo haber sucedido en la vida, Moya, haber
estudiado bajo las órdenes de esos gordos homosexuales ha sido mi peor vergüenza, nada tan estúpido como haberse graduado en el Liceo Salvadoreño, en el colegio privado de los
hermanos maristas en San Salvador, en el mejor y más prestigioso colegio de los
hermanos maristas en El Salvador, nada tan abyecto como que los maristas le
hayan moldeado el espíritu a uno durante once años, ¿te parece poco, Moya? Once
años escuchando estupideces, obedeciendo estupideces, tragando estupideces,
repitiendo estupideces, me dijo Vega. Once años respondiendo sí hermano Pedro,
sí hermano Beto, sí hermano Heliodoro, la más asquerosa escuela para la
sumisión del espíritu, en ésa estuvimos, Moya, por eso no me importa que ninguno
de los sujetos que fueron nuestros compañeros en el Liceo haya llegado al
velorio de mi madre, fueron once años de domesticación del espíritu, once años
de miseria espiritual que no quería recordar, once años de castración espiritual,
cualquiera de ellos que hubiera llegado sólo hubiera servido para que yo
rememorara los peores años de mi vida, me dijo Vega. Pero pedí un trago, por
estar con mi perorata ni me había fijado, tomate un whisky conmigo, llamemos a
Tolín, el barman, el disyoqui, el milusos a esta hora, un tipo buena gente,
alguien a quien le agradezco que haya hecho mínimamente placentera mi estadía
en este horrible país. Me da alegría platicar
con vos, Moya, aunque también
hayas estudiado en el Liceo como yo, aunque tengas la misma inmundicia en el
alma que me metieron los hermanos maristas durante esos once años, me siento
contento de haberte encontrado, un ex estudiante marista que no participa del
cretinismo generalizado, eso sos vos, Moya, igual que yo, me dijo Vega. Yo
tenía dieciocho años de no regresar al país, dieciocho años en que no me hacía
falta nada de esto, porque yo me fui precisamente huyendo de este país, me
parecía la cosa más cruel e inhumana que habiendo tantos lugares en el planeta
a mí me haya tocado nacer en este sitio, nunca pude aceptar que habiendo
centenares de países a mí me tocara nacer en el peor de todos, en el más
estúpido, en el más criminal, nunca pude aceptarlo, Moya, por eso me fui a
Montreal, mucho antes de que comenzara la guerra, no me fui como exiliado, ni
buscando mejores condiciones económicas, me fui porque nunca acepté la broma
macabra del destino que me hizo nacer en estas tierras, me dijo Vega. Después
llegaron a Montreal miles de tipos siniestros y estúpidos nacidos también en
este país, llegaron huyendo de la guerra, buscando mejores condiciones económicas,
pero yo estaba allá desde mucho antes, Moya, porque a mí no me corrió la
guerra, ni la pobreza, yo no me fui huyendo por la política, sino que simplemente nunca acepté que tuviera el mínimo
valor esa estupidez de ser salvadoreño, Moya, siempre me pareció la peor
tontería creer que tenía algún sentido el
hecho de ser salvadoreño, por eso me fui, me dijo Vega, y no me metí ni ayudé a ninguno de esos tipos que se decían mis
compatriotas, yo no tenía nada que ver con ellos, yo no quería recordar
nada de esta mugrosa tierra, yo me fui precisamente para no tener nada que ver
con ellos, por eso los evité siempre, me parecían una peste, con sus comités de
solidaridad y todas esas estupideces. Nunca
pensé volver. Moya, siempre me
pareció la peor pesadilla tener que regresar a San Salvador, siempre
temí que hubiera un momento en que tuviera que regresar a este país, y lo evité a como diera lugar, lo evité a toda costa,
siempre fue la peor pesadilla la posibilidad de regresar a este país y no poder salir nuevamente, te lo
juro, Moya, esa pesadilla no me dejó dormir durante años, hasta que saqué mi
pasaporte canadiense, hasta que me convertí en ciudadano canadiense, hasta
entonces esa horrible pesadilla dejó de
fastidiarme, me dijo Vega. Ahora por eso me animé a venir, Moya, porque
mi pasaporte canadiense es mi garantía, si no tuviera este pasaporte canadiense
no me hubiera animado jamás
a venir, ni se me hubiera ocurrido subir a un avión si no tuviera mi pasaporte canadiense. Y aún así sólo he venido porque se murió mi
madre, Moya, la muerte de mi madre es la única
razón que me pudo obligar a regresar a esta podredumbre, si no hubiera
muerto mi madre jamás hubiera regresado,
incluso cuando pensaba en la eventualidad de que muriera mi madre, Moya,
jamás se me ocurrió que yo tuviera que regresar, me decía que mi hermano lo
arreglaría todo, que mi hermano vendería las pertenencias de mi madre y me enviaría la parte que me corresponde
a mi cuenta bancaria en Montreal, me dijo Vega. No tenía la menor intención de
venir ni al velorio de mi madre, Moya, ella
lo sabía, cada vez que llegaba a Montreal a visitarme yo le repetía que no pensaba regresar aunque ella muriera, que yo
no tenía nada que hacer en estas podredumbres, y mi madre siempre me dijo que
no fuera ingrato, que cuando ella muriera yo tenía que venir a su velorio, me lo pidió tanto, insistió de tal manera,
pese a mis negativas, que ahora estoy aquí.
Ganó mi madre, Moya, me hizo regresar, ya muerta, claro, pero ganó: estoy aquí
luego de dieciocho años, regresé nada más para constatar que hice muy
bien en irme, que lo mejor que se me pudo
ocurrir fue largarme de esta miseria, que este país no vale la pena
para nada, este país es una alucinación, Moya, sólo existe por sus crímenes,
por eso hice bien en largarme, en cambiar de nacionalidad, en no querer saber
nada de él, es lo mejor que se me pudo ocurrir, me dijo Vega. Aquí viene Tolín
con tu trago, Moya, eso me gusta también de este bar, me encanta ser amigo de
quien me sirve los tragos, me encanta que me sirvan los tragos sustanciosos,
sin tacañería, sin medida, nada más la botella empinada sobre el vaso, me gusta
por eso venir a este lugar, Tolín es un excelente barman, me trata de lo mejor,
me sirve los mejores tragos, si él no estuviera aquí yo no vendría, ni lo
dudes, vengo a este bar porque Tolín me sirve unos whiskis hermosos, me dijo
Vega. Gracias a que encontré este lugar mi estadía ha sido un poco más leve,
Moya, porque al final tuve que regresar a causa de mi madre: se las desquitó
todas, la señora, se desquitó todas las que le hice en Montreal, se desquitó mi
desprecio, mi negativa a escuchar nada que tuviera que ver con este país, mi
negativa rotunda a que ella me contara la situación de fulanito y de
menganito, a que me contara cómo aquel mi compañero de infancia se había
convertido en un ingeniero de éxito y este otro en un médico cotizadísimo, se
desquitó mi total desprecio a escuchar cualquier cosa que tuviera que ver con este país, mi desprecio a escuchar cualquier cosa que
tuviera que ver con mi pasado, con mis amigos del colegio, con mis amigos del
barrio, me dijo Vega. La última vez que mi madre llegó a Montreal, hace dos
años, me lo advirtió, Moya, me dijo que yo tendría que venir cuando ella
muriera, que yo no podía ser tan ingrato. Y aquí estoy, aunque sólo sea por un
mes, aunque nada más se trate de treinta días, aunque no tenga la intención de estar
ni un día más, aunque no logremos vender la casa de mi madre en este periodo,
estoy aquí, en un sitio al que nunca creí regresar, al que nunca quise
regresar. Yo no entiendo qué haces vos aquí, Moya, ésa es una de las cosas que
te quería preguntar, ésa es una de las curiosidades que más me inquietan, cómo
alguien que no ha nacido aquí, cómo alguien que puede irse a vivir a otro país,
a un lugar mínimamente decente, prefiere quedarse en esta asquerosidad,
explícame, me dijo Vega. Vos naciste en Tegucigalpa, Moya, y te pasaste los
diez años de la guerra en México, por eso no entiendo qué haces aquí, cómo se
te pudo ocurrir regresar a vivir, a radicarte en esta ciudad, qué te trajo una
vez más a esta mugre. San Salvador es horrible, y la gente que la habita peor,
es una raza podrida, la guerra trastornó todo, y si ya era espantosa antes de
que yo me largara, si ya era insoportable hace dieciocho años, ahora es
vomitiva, Moya, una ciudad realmente vomitiva, donde sólo pueden vivir personas
realmente siniestras, o estúpidas, por eso no me explico qué haces vos aquí,
cómo podes estar entre gente tan repulsiva, entre gente cuya máximo ideal es
ser sargento, ¿los has visto caminar, Moya?, yo no lo podía creer cuando vine,
me parecía la cosa más repulsiva, te lo juro, todos caminan como si fueran
militares, se cortan el pelo como si fueran militares, piensan como si fueran
militares, espantoso, Moya, todos quisieran ser militares, todos serían
felices si fueran militares, a todos les encantaría ser militares para poder
matar con toda impunidad, todos traen las ganas de matar en la mirada, en la
manera de caminar, en la forma en que hablan, todos quisieran ser militares
para poder matar, eso significa ser salvadoreño, Moya, querer parecer militar,
me dijo Vega. Me da asco, Moya, no hay algo que me produzca más asco que los
militares, por eso tengo quince días de sufrir asco, es lo único que me produce
la gente en este país, Moya, asco, un terrible, horroroso y espantoso asco,
todos quieren parecer militares, ser militar es lo máximo que se pueden
imaginar, como para vomitarse. Por eso te digo que no entiendo qué haces aquí,
aun- que Tegucigalpa ha de ser más horrible que San Salvador, aunque la
gente en Tegucigalpa debe ser igualmente imbécil que la gente en San Salvador,
al fin son dos ciudades que están demasiado cerca, dos ciudades donde los
militares han dominado por décadas, dos ciudades infectadas, espantosas,
repletas de tipos que quieren quedar bien con los militares, que quieren vivir
como los militares, que ansían parecer militares, que buscan la menor
oportunidad de arrastrarse ante los militares, me dijo Vega. Un verdadero asco,
Moya, es lo único que siento, un tremendo asco, nunca he visto una raza tan
rastrera, tan sobalevas, tan arrastrada con los militares, nunca he visto un
pueblo tan energúmeno y criminal, con tal vocación de asesinato, un verdadero
asco. Solamente quince días he necesitado para saber que estoy en el peor
lugar en que podría estar: ahorita porque no hay nadie aquí en el bar, Moya,
pero te puedo asegurar que después de las ocho de la noche, cuando comienzan a
entrar todos esos energúmenos que vienen por el grupo de rock, te puedo
asegurar que la mayoría entra con una mirada que te quiere dejar claro que son
capaces de matarte a la menor provocación, que para ellos el hecho de matarte
no tiene la menor importancia, que en realidad desearían que les dieras la
oportunidad de demostrar que son capaces de matarte, me dijo
Vega.
No hay comentarios:
Publicar un comentario